En su carta a los tesalonicenses, el apóstol Pablo no solo anima a los creyentes a crecer en santidad, sino que también advierte sobre actitudes que pueden dañar a otros dentro del cuerpo de Cristo. Uno de esos llamados aparece en 1 Tesalonicenses 4:6, donde leemos:
«Que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y testificado.»
Este versículo, aunque breve, encierra un mensaje contundente: Dios no pasa por alto cuando un creyente perjudica a otro. Es una exhortación directa a vivir con rectitud, transparencia y amor en nuestras relaciones, especialmente dentro de la comunidad de fe.
No dañar al hermano: una advertencia seria
El texto advierte contra el agravio y el engaño, dos formas de actuar que contradicen el carácter cristiano. Agraviar implica perjudicar, ya sea de forma directa o sutil. Puede tomar muchas formas: traicionar una confianza, aprovecharse económicamente de alguien, actuar con deshonestidad, o sembrar división con chismes o juicios injustos.
Por otro lado, el engaño puede vestirse de apariencia piadosa, pero siempre busca obtener un beneficio propio a costa del otro. Pablo es claro: Dios no se queda al margen cuando estas cosas suceden entre creyentes. Él es justo y actúa como juez.
El Señor es vengador de todo esto
Cuando Pablo dice que “el Señor es vengador”, está haciendo énfasis en el rol de Dios como defensor de los agraviados. Él ve lo que muchas veces otros no ven. Aun cuando la justicia humana falle o cuando el agresor no sea confrontado por la iglesia, el Señor se encarga de hacer justicia.
Este mensaje trae consuelo a quienes han sido heridos, pero también es una seria advertencia para quienes creen que pueden actuar impunemente. No se trata solo de normas morales, sino de vivir con temor de Dios.
Una vida que honra a Dios en todo
Este pasaje se ubica dentro de un contexto más amplio donde Pablo exhorta a vivir en santidad, alejados de la impureza (1 Tesalonicenses 4:3). Por eso, esta advertencia no es solo social, sino profundamente espiritual. Lo que hacemos a los demás refleja nuestra relación con Dios. No podés ser un creyente maduro si tus acciones dañan a los que te rodean.
Incluso cuando se trata de asuntos económicos, laborales o familiares, el llamado es el mismo: actuar con integridad, no manipular, no buscar ventajas, no pasar por encima de otro para alcanzar nuestros fines.

El llamado a la reflexión y al arrepentimiento
Si al leer este versículo alguien se siente identificado por haber sido perjudicado, que sepa que Dios no lo ignora. Él es el Dios que consuela, restaura y defiende. Y si alguien reconoce que ha actuado mal con un hermano, este texto es una oportunidad para arrepentirse y pedir perdón.
Dios es misericordioso y justo. Si hay sinceridad en el corazón, Él perdona y transforma, pero espera que haya un cambio real, que se repare el daño si es posible, y que se viva conforme a la verdad.
Conclusión
La vida cristiana no es solo una relación personal con Dios; es también una vida en comunidad donde estamos llamados a reflejar el carácter de Cristo. 1 Tesalonicenses 4:6 nos recuerda que nuestras acciones tienen consecuencias, que no podemos vivir a costa de otros, y que el Señor, en su justicia, protege a los suyos.
Este versículo, más que una amenaza, es una invitación a vivir con responsabilidad, a tratar a cada hermano con dignidad, y a caminar en integridad, sabiendo que todo lo que hacemos delante de los hombres también lo hacemos delante de Dios.








0 comentarios