Israel y la Iglesia diferencia ¿Terminó Dios su trato con Israel?

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En tiempos donde muchos cristianos sostienen que la Iglesia ha reemplazado a Israel, es fundamental volver a las Escrituras para encontrar respuestas claras. La Biblia no deja lugar a confusiones: Israel y la Iglesia son dos entidades distintas dentro del plan eterno de Dios. Confundirlas puede llevar a errores graves de interpretación y doctrina.

La diferencia entre Israel y la Iglesia se entiende mejor desde el marco del dispensacionalismo, una forma de interpretación bíblica que reconoce distintas etapas en el trato de Dios con la humanidad. Según este enfoque, Dios formó a la nación de Israel con un propósito específico: llevar al mundo los principios divinos, morales, civiles y espirituales en un contexto donde dominaba el politeísmo. La Iglesia, por otro lado, no existía en el Antiguo Testamento. Es el cuerpo de Cristo, surgido después del sacrificio de Jesús y del derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés.

Dios no ha terminado con Israel

Muchos piensan que, como Israel rechazó al Mesías, Dios los desechó para siempre. Sin embargo, pasajes como Isaías 50:1 muestran otra realidad. Allí se habla de una carta de repudio, de un “divorcio” simbólico entre Dios e Israel. Pero en Isaías 54:5-8, el Señor dice que volverá a recogerlos con misericordia eterna. El repudio fue temporal, no definitivo.

Más adelante, en Amós 9:14-15, encontramos una profecía que se cumplió literalmente el 14 de mayo de 1948, cuando Israel fue restablecido como Estado. Este acontecimiento demuestra que Dios sigue cumpliendo sus pactos. La supervivencia de Israel en medio de guerras y amenazas constantes es testimonio de la fidelidad divina.

Terminó Dios su trato con Israel

¿Qué dice el Nuevo Testamento?

En Hechos 1:6-8, los apóstoles le preguntan a Jesús si restaurará el reino a Israel. Jesús no niega esa restauración, simplemente les dice que no les corresponde a ellos saber los tiempos. Aún no habían recibido el Espíritu Santo ni entendían con claridad el plan completo de Dios. Más tarde, Pablo, ya lleno del Espíritu, afirma en Romanos 11 que Dios no ha desechado a su pueblo. Él mismo era israelita y explica que Israel fue puesto a un lado temporalmente para dar lugar a la Iglesia, compuesta por gentiles y judíos creyentes en Jesús.

Según Romanos 11:17-23, nosotros fuimos injertados en el olivo natural que es Israel. Pero las ramas originales no fueron eliminadas por completo, sino desgajadas. Y Dios es poderoso para volverlas a injertar. La advertencia de Pablo es clara: los cristianos no debemos jactarnos ni despreciar a Israel. La teología del reemplazo —que dice que la Iglesia suplantó por completo a Israel— es una ofensa al carácter fiel de Dios, que siempre cumple sus promesas.

¿Quiénes son hoy el pueblo de Dios?

El apóstol Pablo enseña en Romanos 2:28-29 que no es judío el que lo es sólo en lo exterior, sino aquel que lo es en el corazón, en espíritu. Los verdaderos hijos de Abraham no son quienes tienen su sangre, sino quienes tienen su fe y han recibido a Cristo. Así lo afirma también Gálatas 3. Al creer en Jesús, los gentiles somos participantes de las promesas hechas a Abraham, Isaac y Jacob.

Pero eso no anula las promesas específicas a Israel como nación. El plan de Dios con Israel sigue vigente. Como dice Romanos 11:26: «Todo Israel será salvo», cuando termine la plenitud de los gentiles. Es decir, cuando se complete el tiempo de la Iglesia, Dios volverá a tratar directamente con la nación de Israel.

El apoyo a Israel no es político

Algunos confunden el respaldo cristiano a Israel con una adhesión política. No se trata de apoyar a un gobierno específico, sino de afirmar el derecho de ese pueblo a existir, especialmente cuando está rodeado de enemigos que buscan destruirlo. Los cristianos apoyan a Israel porque reconocen el pacto eterno que Dios hizo con ellos y su lugar profético en los últimos tiempos.

Apoyar a Israel no significa estar de acuerdo con toda decisión política, sino reconocer que Dios tiene un trato especial con ese pueblo. Y también reconocer que el evangelio es para todos: judíos, árabes, persas, europeos o latinoamericanos. Cristo murió por todos. El llamado es a no endurecer el corazón, ni hacia Dios ni hacia sus planes con Israel.

Conclusión

La iglesia no reemplazó a Israel. Dios sigue teniendo un propósito con su pueblo. Así como fue fiel en el pasado, será fiel en el futuro. Y quienes hoy creen en Jesús, ya sean judíos o gentiles, son parte del cuerpo de Cristo y herederos de las promesas espirituales. Pero el trato con Israel como nación no ha terminado. Hay un tiempo, una restauración y una salvación prometida que aún está por cumplirse.

El llamado es a estudiar las Escrituras con humildad, no con arrogancia, y a buscar la unidad en el amor, aunque haya diferencias en los enfoques teológicos. Lo importante es reconocer la fidelidad de Dios, y vivir a la luz de ella.

📌 Nota: Contenido adaptado del video del Pastor Armando Alducin: ¿Israel y la Iglesia son lo mismo según la Biblia?

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