En la Palabra de Dios, hasta los elementos más sencillos de la vida cotidiana tienen un sentido espiritual profundo. Uno de esos ejemplos es la menta, mencionada en el Nuevo Testamento en relación con la enseñanza de Jesús sobre la verdadera justicia.
La menta en las palabras de Jesús
En Mateo 23:23 y Lucas 11:42, Jesús denuncia la hipocresía de los fariseos que eran muy cuidadosos en dar el diezmo hasta de hierbas pequeñas como la menta, el eneldo o la ruda, pero descuidaban lo más importante: la justicia, la misericordia, la fe y el amor de Dios.
El Señor no critica el hecho de diezmar, sino la falta de equilibrio espiritual. Su mensaje es claro: no alcanza con cumplir rituales externos si el corazón está lejos de lo esencial. La menta se convierte aquí en símbolo de algo de poco valor material que, si bien puede tener su lugar, no puede desplazar lo central de la vida cristiana: amar a Dios y al prójimo.

Aromas agradables como señal de bendición
A lo largo de la Biblia, algunos aromas tienen un papel simbólico. Desde los sacrificios de Noé después del diluvio (Génesis 8:21), que subieron como «olor grato» a Jehová, hasta el incienso en el Tabernáculo (Éxodo 30), el perfume de las ofrendas representaba obediencia, devoción y reconciliación con Dios.
En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo toma esa misma imagen y la aplica a la vida cristiana:
- En 2 Corintios 2:14-16, dice que los creyentes somos «grato olor de Cristo». Nuestra vida, testimonio y anuncio del Evangelio se esparcen como fragancia que glorifica a Dios.
- En Efesios 5:2, el sacrificio de Jesús en la cruz es descrito como «ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante». El mayor perfume de todos fue Su entrega por amor.
Así, los aromas en la Biblia no son simples detalles sensoriales, sino metáforas de lo que agrada al Señor: la fe genuina, la oración sincera, el sacrificio de Cristo y la comunión de los santos.
La comparación de la menta con otras hierbas
Aunque la Escritura no detalla el aroma de la menta, los estudios culturales muestran que era percibida como fresca y vigorizante. Su fragancia podría recordar a otras hierbas mencionadas en la Biblia como la ruda y el eneldo, con las que aparece asociada en los textos.
Cuando se quema, la menta desprende un olor herbáceo más intenso, parecido en algunos aspectos al de la ruda quemada, aunque con un matiz más fresco. En un contexto ritual, podría evocar el aroma del incienso o la mirra, que eran usados como ofrendas de olor grato al Señor.
Un llamado a la vida espiritual
El mensaje es directo: lo que sube a Dios como aroma agradable no son las prácticas vacías, sino la obediencia nacida de un corazón transformado. Cada oración, cada acto de amor, cada paso en justicia y misericordia es un perfume que agrada a nuestro Padre celestial.
La menta, pequeña y simple, nos recuerda que el Señor no se fija solo en lo exterior, sino en la intención del corazón. Que nuestra vida entera, como decía Pablo, sea «un olor fragante a Cristo», llevando Su Evangelio y Su amor a quienes nos rodean.








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