Una de las maravillas del obrar del Espíritu Santo en la vida de los creyentes es la diversidad de dones que otorga para edificación del cuerpo de Cristo. Muchas personas se preguntan si dentro de esos dones se encuentra uno relacionado con “ayudar” o “asistir” a otros, y si ese concepto aparece expresamente en la Biblia. En este artículo, vamos a explorar dónde se menciona este don, cómo se lo entiende en el idioma original, y qué implicancias tiene para la iglesia hoy.
Los dones del Espíritu Santo en la Biblia
El Nuevo Testamento menciona en varios pasajes los dones espirituales, los cuales son capacidades otorgadas por el Espíritu Santo para servir dentro del cuerpo de Cristo. Estos dones no son habilidades naturales ni talentos humanos, sino capacidades sobrenaturales dadas por gracia para cumplir propósitos específicos en la edificación de la iglesia.
Los tres pasajes principales donde se listan dones del Espíritu Santo son:
- Romanos 12:6-8
- 1 Corintios 12:4-11 y 12:27-31
- Efesios 4:11-12
Cada uno de estos pasajes aporta una perspectiva distinta sobre los dones, y juntos muestran la riqueza y variedad del obrar del Espíritu en los creyentes.
El don de ayudar en 1 Corintios 12:28
Uno de los pasajes más relevantes para esta consulta es 1 Corintios 12:28, donde Pablo dice:
«Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas.»
(1 Corintios 12:28, Reina-Valera 1960)
Aquí se menciona específicamente “los que ayudan” como un grupo con un rol especial dentro del cuerpo de Cristo. No se trata simplemente de personas dispuestas a dar una mano, sino de creyentes capacitados por el Espíritu Santo para servir, sostener, asistir y apoyar a otros de manera continua y eficaz.

¿Qué significa “ayudar” en el idioma original?
La palabra griega que se traduce como “ayudan” en este versículo es ἀντιλήμψεις (antilēmpsis). Este término proviene del verbo ἀντιλαμβάνομαι (antilambánomai), que significa “tomar con firmeza para ayudar”, “aferrarse para sostener”, o también “prestar asistencia activa”.
En otras palabras, no se trata de un acto ocasional, sino de una disposición continua y proactiva para identificar necesidades y actuar con compasión y diligencia. Es un don que impulsa al creyente a ponerse al servicio de los demás con amor, humildad y compromiso.
El valor espiritual del don de ayuda
Muchas veces se subestima este don, porque no suele ser tan visible o espectacular como otros. Sin embargo, es fundamental para el buen funcionamiento de la iglesia. El cuerpo de Cristo necesita siervos que se deleiten en apoyar a otros, asistir en tareas prácticas, acompañar al necesitado, levantar al caído, y sostener la obra de Dios en lo cotidiano.
Este don puede manifestarse de muchas formas:
- Colaborando en la organización de actividades.
- Acompañando a personas en situaciones difíciles.
- Apoyando ministerios desde lo logístico o administrativo.
- Proveyendo ayuda práctica a familias o hermanos con necesidades.
Quien tiene este don actúa como las manos extendidas del Señor para suplir lo que otros no pueden hacer por sí mismos.
El Espíritu Santo sigue capacitando con este don
Dios sigue obrando hoy por medio de su Espíritu, y continúa repartiendo dones a los creyentes conforme a su voluntad (1 Corintios 12:11). Si sentís en tu corazón una inclinación constante a servir, a ayudar sin esperar reconocimiento, a involucrarte con amor en las necesidades de otros, es muy posible que el Espíritu te haya dado este don.
Te animamos a:
- Pedir al Señor discernimiento para confirmar el don.
- Ejercitarlo con gozo y humildad, sin compararte con otros dones.
- Formarte y crecer en tu llamado, reconociendo que es tan valioso como cualquier otro.
Reflexión final
El don de ayuda es una manifestación preciosa del corazón servicial de Cristo. No todos están llamados a predicar desde un púlpito, pero todos los que han recibido dones deben usarlos para el bien común. Y en ese propósito, quienes ayudan son esenciales. La iglesia no puede avanzar sin quienes sostienen los brazos de los que están en la batalla, sin quienes silenciosamente sostienen a otros.
Si sentís que este don te representa, no lo minimices: es una evidencia viva del Espíritu obrando en vos.








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